10/26/2016

En "El País"


RODOLFO SANTULLO

"En cómics en Uruguay hacés lo que querés"

De tres hermanos, es el único nacido en México y el más uruguayo de los tres. Autor de historias policiales, su mayor fama la hizo ayudando a profesionalizar la historieta.
"Leer es la mejor forma de escribir". (Foto: Archivo El País)

 LEONEL GARCÍA04 sep 2016
En una entrevista, al guionista de cómics francés René Goscinny le preguntaron el porqué de tantas licencias históricas en su creación más famosa y lograda, Astérix. El irreductible galo era el héroe de una aldea que resistía, poción mágica mediante, el poderío de Roma y Julio César. En realidad, César había sometido totalmente a la Galia. "Es que antes de ser fiel a la historia, yo soy fiel a la historieta", respondió.
"Y yo pienso de la misma forma. Todo lo que yo hago tiene que ser funcional al relato", dice el también guionista y escritor Rodolfo Santullo (36), narrador de la anécdota. Eso pasó en Los últimos días del Graf Spee, su novela gráfica de 2008, ilustrada por Matías Bergara, en la que un secreto que hubiera cambiado el curso de la historia quedó guardado bajo el Águila de Villa Argentina. Pasó igual con Zitarrosa, de 2012 y con dibujos de Max Aguirre, la publicación uruguaya más vendida del género, 2.500 ejemplares en tres ediciones acá y en Argentina. "Todas las anécdotas tenían errores históricos, pero no las modifiqué; quería era rescatar la memoria emotiva".
Señalado por sus pares como uno de los responsables de la aún incipiente profesionalización del cómic en Uruguay, algo que le da entre calor y orgullo, Rodolfo nació en el DF mexicano el 19 de noviembre de 1979. Es el único de los tres hermanos Santullo que nació allá, durante el exilio obligado de sus padres por causa de la dictadura, esa que se encuentra detrás de sus creaciones Valizas (2011, que lo colmó mucho), Acto de guerra (2012) y Zitarrosa. Pero paradójicamente se siente el más uruguayo de ellos. La influencia de México fue mucho más notoria en Fernando, doce años mayor, excantante de El Peyote Asesino. Y Laura, guionista y escritora nacida en 1970, se radicó allá.
La literatura y el cómic fueron parte de su vida desde que tiene memoria. "La historieta para mí siempre estuvo de la mano de la literatura. En casa nunca hubo diferencias sobre lo que leías. Yo de niño leía a (Emilio) Salgari y a (Robert Louis) Stevenson. Y mi hermano Fernando, que trabajaba en Editores del Pueblo Unidos, todos los meses me traía una Astérix, una Lucky Luke y una Tintín. Y como me gustaba escribir, comencé a escribir las dos cosas".
La familia Santullo volvió a Uruguay en 1984. Su madre Maruja, que había trabajado allá en el Teatro El Galpón, exiliado también en México, siguió aquí vinculada a esa institución que también volvía con la apertura democrática. Rodolfo, que la acompañaba seguido, tenía ahí "un campo de juegos gigantesco". Con el tiempo trabajaría ahí de acomodador y técnico. Y El Galpón, indirectamente, incidiría en su debut como guionista: el actor Jorge Esmoris financiaría su debut editorial en 1999 (ver aparte).

Quijotada.

Rodolfo pide disculpas por el cansancio. La principal responsable es Emilia, su beba de cinco meses. Tiene otro hijo, Bruno, fruto de un matrimonio anterior, de ocho años. A esa edad, Rodolfo había tenido un cambio fundamental en su vida: tras un Peñarol-Danubio con un arbitraje al que recuerda como escandalosamente parcializado (y no hace falta decir hacia qué lado), decidió dejar su simpatía por los carboneros para plegarse a un sentimiento familiar y hacerse hincha de Miramar Misiones. "Sentí muchísima bronca en esa inocencia de la niñez". Con su primogénito, hasta ahora, su influencia no ha tenido suerte: sigue siendo carbonero.
Hay otros motivos que lo han tenido ocupado. Recientemente salió Luces de neón, la séptima novela policial de su bibliografía (que incluye dos coautorías con Martín Bentancor). Como escritor es de los que a partir de un episodio de la realidad inventa toda una ficción. Así fue con Cementerio Norte (2009, en base a la instalación de policías en la necrópolis luego de una ola de robos de bronces de las lápidas) y Matufia (2014, en base al atentado que sufrió el periodista deportivo Ricardo Gabito). También en estos días ha publicado cuatro libros nuevos de historietas en Argentina; ya ha guionado 28.
La coedición y la colaboración internacional es un nuevo camino de Belerofonte, la editorial que fundó en 2005, entonces junto a Ignacio Calero y Gabriel Ciccariello, y que hoy lo tiene a él solo al frente. Belerofonte publicó 58 títulos y marcó un camino. "Que yo sepa, es la primera editorial de cómics en Uruguay que no trabajó solo con libros propios, sino que también publicó trabajos de otros".
Su camino en el cómic consistió en mucho ensayo y error. Montevideo, ciudad gris, su primer opus, estaba pensado para seis entregas; craso error cuando no había lectores. Por eso, en Belerofonte editan solo libros autoconclusivos. "Leí, escribí y probé. La mejor manera de escribir es leer. No es algo racionalizado sino intuitivo: si no me rechina, está bien. En eso es igual tanto en prosa como en historieta aunque, claro, en la novela gráfica el trabajo es menor: no tenés que preocuparte porque la frase esté bien armada o que el ritmo sea el correcto. Por suerte, he tenido grandes dibujantes a mi lado, que han mejorado lo que he hecho".
Poner una editorial dedicada al cómic en un país sin un público cautivo fue más una necesidad que una quijotada. "Belerofonte surgió en defensa propia, para lograr hacer una historieta, distribuirla y que alguien la lea. Eso ya había gente que lo intentaba hacer. Pero cuando vimos que la cosa marchaba, que teníamos que llegar a librerías y prensa, entendimos que no podíamos llevarlo adelante solo con libros propios". Así, mientras la firma debutaba en 2005 con Crímenes, con guión de Rodolfo y dibujos de Calero y Richard Ortiz, su segunda publicación ya era una adaptación de Las aventuras de Juan el Zorro, de Serafín J. García, a cargo de Renzo Vayra. El último libro de Belerofonte es Rincón de la Bolsa, una historia muy onettiana de Nicolás Peruzzo y Gabriel Serra. Lidiar con distribuidores, vendedores y prensa requiere una gran fuerza de voluntad. "No es divertido ser editor. No se lo aconsejo a nadie", ríe.

Libertad.

Ahora, con otras editoriales como Dragón Cómics, Ninfa Cómics o GAS, cuando se publican entre 12 y 15 libros al año, cuando cada uno de ellos puede vender 500 ejemplares, se puede decir que hay un público. Eventos como Montevideo Cómics, la formación de la Asociación Uruguaya de Creadores de Historietas (AUCH) y el aporte que significaron los Fondos Concursables del Ministerio de Educación y Cultura ayudaron a ello. "Está el que lee historietas, el que lee libros de historietas y ese que creció con nosotros, que un día te compró un libro y le gustó. No conozco números, pero sé que no da para vivir de esto", dice Rodolfo. De hecho, él también escribe novelas policiales, columnas y reseñas de libros, así como da cursos y talleres.
Una pequeña industria supone un techo, pero también una gran libertad. "No hay historia que no pueda realizarse en este lenguaje. Y, básicamente, en este país en cómics hacés lo que querés. Yo he trabajado para mercados más establecidos y ahí sí hay esquemas. Un francés me dijo: 'Acá falta un final feliz' (risas). 'Bueno, pero este es el final'. 'No, no, no. Tiene que haber un final feliz'. Acá nadie te dice nada y si termina bien o mal es asunto tuyo. Contás la historia que querés y la dibujás como querés. Esta libertad enriqueció lo tuyo. Nadie te dice que lo que hacés no corresponde con lo que pide el mercado. ¿Cuál mercado?". En el mundo, añade, los subgéneros que más pagan son el infantil y el porno. "Espero que nunca nadie los confunda" (risas). El primero en Uruguay ha tenido esporádicas apariciones, dice. Y el segundo, directamente, no existe: "Lo más cercano, y no pude decirse que es porno, son Las andanzas eróticas de Vlad Tepes", escritas por Silvio Galizzi.
Rodolfo lamenta que este año haya habido una reestructura en las bases de los Fondos Concursables, con la categoría relato gráfico incluida dentro de otra. Esto significa menos apoyos para el cómic. "A mí capaz no me afecta. Pero a un guacho de 20 años que no tiene cómo publicar... Pero creo que se van a seguir haciendo historietas. Ya van diez años de producción ininterrumpida. Y sigue habiendo ganas de hacer cosas".

UNA AYUDA DE ESMORIS

Rodolfo Santullo se lanzó como un kamikaze a la hora de guionar cómics. Leyó un par de libros de guión cinematográfico, pensó que no debía ser tan distinto, y se tiró al agua. Junto a un amigo dibujante creó Montevideo, ciudad gris. La historia —policial, su otra pasión— comenzaba con la desaparición de dos ancianos en el Hospital de Clínicas. Y no tenía cómo publicarla. Corría 1999.
"Yo trabajaba en El Galpón, era el utilero del trasnoche en la obra de (Jorge) Esmoris, Orientales, la patria o la cumbia. Un día ve que tenía la historieta en las manos y me pide para leerla. Se la lleva, la ve y luego me dice: '¿La vas a publicar?'. Le dije que no sabía, que me salía lo que en esa época serían 2.000 pesos, algo inalcanzable para nosotros. 'Bueno, a mí me está yendo bien. Yo lo pago'. 'Pero Jorge, yo no sé cómo te lo voy a devolver'. 'No importa, ponele la publicidad a mi programa de radio y todo bien'". Así, gracias al bolsillo de Esmoris, que solo pidió a cambio un aviso de contratapa de Ajo y Agua, el programa que el actor entonces tenía en X FM, salieron los primeros 300 números de Montevideo, ciudad gris. "Fue una gran generosidad de su parte". Originalmente, se pensaron seis entregas; solo se hicieron tres.

SUS COSAS

Su personaje

¿Y qué personaje de cómics le gusta a Rodolfo Santullo? El afortunado es Astérix, el irreductible galo guionado por René Goscinny, quien lo creó en 1959, y dibujado primero que nadie por Albert Uderzo. "Fue uno de los primeros que leí. Y me permitió disfrutarlo tanto de niño como de adulto, de distinta manera".

Su lugar en el mundo

El escritor no duda y señala a San Francisco. No el de la costa Oeste de Estados Unidos, sino el balneario ubicado al Este de Piriápolis. "Ahí voy de vacaciones desde que tenía cinco años. De hecho, ahí estuve el fin de semana (largo) pasado. No sé si será cool, pero el que era un balneario de casitas ahora tiene cada mansión que te morís".

Su disco

Rodolfo hace "proselitismo familiar": elige a El Peyote Asesino (1995), el primer disco de la banda del mismo nombre, liderada por su hermano mayor. "Fernando me hacía escuchar las canciones a medida que las iban trabajando. ¡Y las versiones previas son las que más me gustaban".

10/19/2016

"El Color de la Nieve" en Kaboom

Un recorrido por lo mejor del mundo de la historieta, sus películas y sus series.


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Ilustración de portada


Cada vez que me doy con libros de historietas de autores argentinos o latinos contemporáneos  que prometen calidad, dejo de comprar esos cómics comerciales que me encantan y me vuelvo con estas historietas a casa. La triste realidad es que me he decepcionado muchísimas veces y tengo cajas de material mediocre que me niego a cambiar o regalar. Por suerte, eso pasa cada vez menos y últimamente me doy con obras que me encantan y se ganan un lugar importante en mis bibliotecas, por ejemplo Sudestada de Juan Sáenz Valiente o Cena con amigos de Rodolfo Santullo y Marcos Vergara.  Así comienza a surgir una lista de autores que me gusta seguir y  comprar sus obras. Lamentablemente, el guionista Alejandro Farías no estaba en esta lista, sino en la espera de verlo despegar. Él es uno de esos guionistas contemporáneos que no me llamaban demasiado la atención. Sus obras siempre, sobre todo Mi buenos Aires querido y ¿Qué he ganado con quererte? fueron muy buenas a nivel técnico, pero le faltaba esa pasión necesaria para que su vuelo creativo despegue del todo.

Ya en la portada, El  color de la nieve promete una fábula o por lo menos algo onírico y al hojear el cómic, los dibujos de Tomás Gimberant son una sorpresa. Da gusto descubrir que esta es su primera novela gráfica y ya haya destacado tanto. En pocas viñetas logra sumergirnos en un mundo onírico surrealista, pero con un ritmo pausado en el que las emociones de los personajes se vuelven aún más importantes que el mismo entorno. El problema puede radicar en que sus personajes son animales antropomórficos, en este caso va más allá del recurso estilístico, pero que hace que corra el riesgo de ser catalogado como como autor furry por los mismos furries. En caso de que no sepan lo que son, se trata de un grupo de fetichistas de lo antropomórfico, los peluches y los disfraces basados en sus personajes que son incapaces de autodefinirse (cosa de la que se vanaglorian y se consideran complejos por eso) Aquí el recurso estilístico de los animales antropomórficos le permiten generar climas surreales y darle un toque de fábula onírica a la historia y a su vez, permitirnos apreciar que Gimberant es un dibujante con una muy buena técnica y gran sensibilidad, que va a destacarse aún más en el futuro

En cuanto a la historia, las raíces teatrales de Farías le permitieron partir de una premisa simple, un tortugo viejo quiere llegar hasta donde empieza la nieve para cumplir una promesa. Ya desde las primeras páginas juega con un anillo, lo que nos hace entender bastante su melancolía. Lo que rompe la estética de road movie es lo que va a encontrar en el bosque que debe cruzar: Guerra, sociedades industrializadas deshumanizantes y grupos de rebeldes. Cada una de estas se convierte en un capítulo y en ese sentido, la influencia de Ciudad de Ricardo Barreiro es evidente. Sin embargo aquí la historia fluye con mucha más elegancia y la transición entre capítulos se da con una elegancia notable. Como pueden adivinar, es brillante a nivel técnico, pero su fuerte no está ahí. Está en ese contenido que Farías transmite de manera honesta y en la forma en la que trabajó a los personajes. Con esto hace que cada una de las locaciones por las que pasa el tortugo tengan una identidad propia y transmitan distintos sabores de melancolía. En conjunto, tiene ese vuelto creativo que le faltaba a Farías y a su vez, es una muy buena historia.

Honesta y melancólica, El color de la nieve no es una obra maestra, ni tampoco es brillante. Es simplemente uno de esos cómics hechos con pasión en la que los autores dejan muchísimo en cada página y transporta a esos mundos a los que nos quieren llevar. Tienen que animarse, porque es uno de los mejores cómics de los últimos meses.