7/30/2013

"El Club de los Ilustres" en La Bitácora de Maneco

LA LIGA DE LOS BOTIJAS EXTRAORDINARIOS


El Club de los Ilustres. Guión: Rodolfo Santullo. Dibujos: Guillermo Hansz. Ilustración: Ignacio Calero. Portada: Guillermo Hansz. El Club de los Ilustres creado por Rodolfo Santullo, Richard Danta e Ignacio Calero. 88 páginas en blanco y negro. Grupo Belerofonte / Estuario Editora. ISBN: 978-9974-98-732-6. Uruguay, fines de 2012.
Imaginen un manual de historia uruguaya escrito por un autor de ciencia-ficción y no por un historiador. Imaginen algo aún más específico, un manual de historia uruguaya escrito por un autor de ciencia-ficción de la era pulp, capaz de amalgamar discursos y figuras históricas reales y reconocibles de fines del siglo XIX, en el escenario de una Banda Oriental apócrifa y victoriana, donde la robótica de avanzada puede convivir (y, de hecho, lo hace natural y orgánicamente) con los ponchos y las tacuaras. Imaginen el resultado de estos cruces históricos tan efectivos como improbables como un texto de lectura arrebatada, parte folletín decimonónico y parte thriller de espionaje superheroico (o todo lo superheroico que permitan estas costas), encarado como una comedia de enredos.

Ahora no imaginen más. Sólo déjense llevar por El Club de los Ilustres, primera de una larga (espero) serie de novelas gráficas firmadas por Rodolfo Santullo y Guillermo Hansz, en base a conceptos generales desarrollados por Santullo, Richard Danta e Ignacio Calero, protagonizada por un heterogéneo club de ilustres (en su amplia mayoría) más conocidos del otro lado del Río de la Plata que de éste. El intelectual, periodista y político José Pedro Varela; la poetisa y activista femenina Delmira Agustini, el caudillo militar Aparicio Saravia; y el escritor Horacio Quiroga, reunidos y comandados por Lorenzo Latorre, militar y político que supo ser Gobernador de facto y Presidente constitucional, detalle a tener en cuenta al abordar la trama política, marcada por intentonas golpistas, la profanación de cuerpos presidenciales y una mirada humorística y liviana que le da el tono justo y necesario a la ficción.

Y si piensan que esta inmejorable muestra del imaginario charrúa es deudora de La Liga de los Caballeros Extraordinarios, están en lo cierto. Pero no se dejen apurar por el prejuicio. Así como en La comunidad (ver http://labitacorademaneco.blogspot.com.ar/2013/07/el-horror.html), Santullo partía de M. Night Shyamalan para llegar a otros puertos; aquí se permite (y nos permite) una relectura latinoamericana de la premisa original de Alan Moore y Kevin O’Neill tan maltratada por el cine hollywoodense. Al abrevar tanto en la raíz británica de la ciencia-ficción especulativa como en la naturaleza sainetera del grotesco criollo, El Club de los Ilustres termina conformando un nuevo género narrativo, hibridación superadora de todo aquello que lo alimenta y nutre. Especie de Steampunk rioplatense, de romántica ucronía retrofuturista que, al tomar distancia de la realidad, nos enfrenta con algunos dilemas identitarios locales que venimos arrastrando desde las fundaciones patrias.

Por favor, que siga El Club de los Ilustres. Y, de ser posible, hagan algo con Piria. Semejante personaje necesita del tratamiento Santullo & Co.
Fernando Ariel García

7/22/2013

"Cena con amigos" en Sobre Historieta

Reseña de “Cena con amigos”, de Rodolfo Santullo y Marcos Vergara – Loco Rabia y Grupo Belerofonte

cena-con-amigos-tapaCuando un amigo se va
Releída cinco años después de su publicación original, allá por 2008 en el sitio Historietas reales, Cena con amigos (Loco Rabia – Grupo Belerofonte, 2009) de Rodolfo Santullo en guión y Marcos Vergara en dibujo (la misma dupla de Valizas y La comunidad) mantiene la misma fuerza, la misma frescura, cierto espíritu polémico. Además, ofrece la posibilidad de encontrar giros nuevos en la relectura, más allá del enigma policial –planteado, desarrollado y resuelto con gran destreza, como es habitual en Santullo, especialista y cultor del género también fuera de la historieta–, en una historia atravesada por el humor y por cierto desencanto como marcas distintivas de su realismo. No se trata de una historieta autobiográfica como las que en general caracterizaron Historietas reales allá en el comienzo, pero respeta ese segundo elemento del título, lo real (con cuidada escena de sexo y todo), al tomarlo como referente y como meta: la historieta nos mete de lleno en la vida y la dinámica de un grupo de seis amigos y amigas (más un novio) como cualquier otro, o quizás no tanto, pero sin duda identificable en su conformación y en su comportamiento para un lector de la zona del Río de La Plata. 
chiste 1
Un barco sólido de papel
Ya en las primeras páginas, Santullo y Vergara nos presentan a cada uno de los personajes de una forma única, perfectamente reconocible, con características interiores y exteriores bien definidas al modo de una sitcom, aunque con un tono ciertamente más amargo o agridulce, más gris, pero en el que la amistad pervive, pese a todo. Imposible no reconocer (o reconocerse en) el tipo humano de Bernardo, jodón y complicado por donde se lo mire, o reconocer (reconocerse en) las actitudes de su contrapartida Cristian, su mejor amigo, abnegado y complejo como el que más. Y aunque un detective con todas las letras, dentro de la mejor tradición del policial, hace una breve aparición, será el propio Cristian el que resuelva el misterio con total naturalidad y absoluta verosimilitud. De esa manera, además, se genera un final a la vez cerrado y abierto, ya que las consecuencias del descubrimiento quedarán para la elucubración del lector.
chisteEl dibujo nos hipnotiza, nos seduce, nos conduce con su aparente sencillez y su indudable solvencia a lo largo de toda la historieta. Vergara alcanza un equilibrio notable entre una representación realista, necesaria para que nos creamos la historia y los personajes, y un registro mesuradamente burlesco, caricaturesco, para acompañar al guión cuando así lo requiere. Y casi siempre se traduce en un sutil encuentro entre ambas líneas. En el prólogo, Max Aguirre señala que los personajes de Vergara actúan bien: cabría agregar que tienen un gran guión y hacer énfasis en que actúan bien porque están dirigidos a la perfección.
Los cuatro chistes que Cristian cuenta a lo largo de la historieta, que pueden sonar más o menos conocidos pero siempre graciosos, se unen a la trama y juegan un doble juego: desde el contenido (el significado y el mecanismo de cada chiste) hasta la situación y el destinatario a los que se dirigen. Este es un recurso que Santullo ha sabido usar muy bien por ejemplo en Valizas (dibujada exquisitamente por Vergara, en otro estilo y con otra textura), si bien allí los “cuentos” que recorrían y marcaban la narración pertenecían a la mitología griega.
 Cena con amigos, de Santullo y Vergara, es ideal para leer, releer o regalar en el día del amigo, o cualquier día: el día del amigo (y de las historietas excelentes) es todos los días.
 Hernán Martignone

7/20/2013

"La Comunidad" en La Bitácora de Maneco

EL HORROR


La comunidad. Guión: Rodolfo Santullo. Arte: Marcos Vergara. Portada: Marcos Vergara. 96 páginas a todo color. Mojito Colectivo Editorial (Grupo Belerofonte, Dragón Comics, Estuario y Loco Rabia). ISBN: 978-9974-99-091-3. Uruguay / Argentina, junio de 2013.
Tiempos distintos (o la percepción de tiempos distintos), conviviendo de alguna manera y por algún motivo. La tensión entre dos valores que se nos aparecen como absolutos; y que podríamos resumir rápidamente en los términos Adentro y Afuera. Los acuerdos (¿treguas?) tácitos y/o explícitos que pactan estos espacios, separados y unidos por la naturaleza que, mediante su barrera hecha de ríos y vegetación salvaje, al mismo tiempo brinda seguridad y genera peligros. Una serie de líderes adultos y de héroes jóvenes que deberán resolver sus conflictos personales en un escenario global que, con sus prerrogativas y normas establecidas, los incluye y supera ampliamente. El riesgo del anticonformismo en épocas de opresión.

Son sólo algunas de las premisas que Rodolfo Santullo y Marcos Vergara trabajan en La comunidad. Premisas que resuenan con los ecos de La aldea, el filme de M. Night Shyamalan que metaforizó, a su manera, la brutal colisión entre lo primitivo y lo moderno (o, de nuevo, la percepción de lo primitivo y lo moderno) apoyándose en la construcción psicológica de un thriller con toques terroríficos. Aclaremos antes de que oscurezca, La comunidad no es una copia de La aldea (como La aldea no era una copia del libro Running Out of Time, del que tomó algunos disparadores y una ambientación similar), sino una reelaboración (¿consciente? ¿inconsciente?) de un tópico bastante transitado en la ciencia-ficción de identidad híbrida. 

Serializada originalmente en el blog Historietas Reales entre marzo de 2011 y diciembre de 2012 (y felizmente recopilada en libro por el flamante colectivo rioplatense Mojito), La comunidad aborda el fin de la niñez después del fin de la inocencia después del (aparente) fin de todo. Y lo hace echando una metafórica mirada latinoamericana sobre algunas topografías conocidas: La Supervivencia y el Hambre. Claro que, en una historia donde la percepción de las cosas hace a las cosas que pasan, se anota un enorme poroto al elaborar espacios en blanco que determinan el clima de la narración, el ritmo de la lectura y la distribución de las fichas del trágico rompecabezas que vamos armando en nuestras cabezas mientras pasamos sus hipnóticas páginas. El secretismo como mecanismo de control social. El ejercicio de la fuerza como herramienta generadora de orden. La rebeldía contra el Poder establecido. La sutil truculencia que genera el canibalismo cuando aparece abordado por un autor uruguayo.

Lejos de cualquier utopía comunitaria, La comunidad de Santullo y Vergara se me hace una exploración distópica sobre los verdaderos alcances de la disolución social. Olvídense de las teorías sobre asociaciones voluntarias en pos de un bien común y mayor, de las relaciones igualitarias entre pares, de los democráticos idearios asambleístas. Lo que aquí aparece en escena es sólo un conjunto de individuos unidos por el espanto borgeano, reducidos al mínimo escalón de la cadena alimenticia de alguien (o algo) que está siempre presente sin estar a la vista. La socialización definitiva del sálvese quién pueda, cómo pueda.
El horror, diría Kurtz.
Fernando Ariel García