12/19/2013

Zitarrosa en Zona Negativa

Historietas desde Latinoamérica #8 – Reseña de Zitarrosa

 
Edición original: Zitarrosa, Grupo Belerofonte/Estuario Editora.
Guión: Rodolfo Santullo.
Dibujo: Max Aguirre.
Formato: Libro rústica c/solapas, 120 páginas.

 
Seleccionar una sola historieta para representar a Uruguay luego del artículo dedicado a la producción de ese país no es empresa fácil, porque como habrán visto en aquel texto hay mucho por leer y gran cantidad de ello resulta atractivo. Pero como la consigna (autoimpuesta) de la sección es continuar los artículos dedicados con la reseña de un cómic relacionado hubo que elegir una, con criterio arbitrario, claro está.
No obstante, la elegida, Zitarrosa, tiene sus méritos más allá de la historieta misma para representar a Uruguay, lo cual utilizaremos como excusa. Es evidente: su protagonista representa al país y su cultura en sí mismo, siendo uno de los más populares (si no el más popular) cantautor uruguayo, parte de una generación que brindó muchos artistas latinoamericanos que aún hoy seguimos escuchando y referenciando.
Dicha generación es la que tuvo que atravesar y sufrir los gobiernos dictatoriales de los setentas, y por sus ideas políticas sus canciones fueron prohibidas y él debió exiliarse de su país, residiendo en España y México, viviendo lejos de su tierra por más de 10 años.
De esta manera, además de ser un fiel representante de la cultura uruguaya, también es un personaje muy interesante para contar su historia, y es lo que aquí hacen los autores Rodolfo Santullo y Max Aguirre.
De ls autores
De la dupla autoral, sólo uno es uruguayo y no nació en ese país. Nacido en México, Rodolfo Santullo vive en Uruguay desde su niñez. Como autor de numerosas obras, y editor de Grupo Belerofonte, fue uno de los protagonistas de nuestro artículo pasado, y lógicamente es uno de los principales hacedores del presente del cómic de Uruguay. No sorprende que realizara un cómic que toca temas históricos, ya que buena parte su bibliografía también lo hace (como los libros Los últimos días del Graf Spee, Valizas, o la serie Tacuara para la revista Fierro).
Alfredo Zitarrosa, Max Aguirre y Rodolfo Santullo retratados por Aguirre.
Alfredo Zitarrosa, Max Aguirre y Rodolfo Santullo retratados por Aguirre.
Por el lado de Max Aguirre, es argentino, historietista de trayectoria, que cuenta entre sus obras publicaciones variadas como ser infantiles (Alina y Aroldo), de humor gráfico (Jim, Jam y el otro), autobiográficas (Resortes simbólicos) y también tocando temas históricos (Veinte Verdades). Otro de los principales intereses del autor es la música, por lo cual tampoco sorprende que sea co-autor de este cómic.
De la edición
Para esta reseña, se leyó la edición uruguaya co-editada por Grupo Belerofonte y Estuario Editora en el pasado año 2012.
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Portadas de las ediciones uruguaya y argentina, respectivamente.
Recientemente, la historieta “cruzó el charco” y fue editada por Loco Rabia (junto a Belerofonte) en la Argentina, y a juzgar por lo visto en la web de la editorial de ese último país existe una ligera diferencia en el tono de colores entre una y otra edición.
De las historias
Los autores nos advierten en una nota antes de comenzar que no se trata este libro de una biografía. “Son simplemente historias”. Eso es exactamente con lo que nos encontramos, con historias, más precisamente ocho historias, las cuales están basadas en testimonios recogidos de personas más o menos cercanas a Alfredo Zitarrosa. Estos testimonios son anécdotas que los autores ficcionalizaron para nosotros. Todo esto también se indica detalladamente en la previa del libro, señalando además una bibliografía. Son historias, son ficción, pero se muestran muy bien documentadas.
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Estas historias nos presentan al personaje en varios de los momentos significativos de su vida, situándose a su vez en diferentes lugares del mundo según la época; Uruguay, México, España… A través de estas anécdotas, se vislumbran diversas cualidades del protagonista, en cuanto a su personalidad (también modificándose a través de los diferentes momentos de su vida) y a sus ideas políticas, determinantes en cierta manera del recorrido que debió hacer obligadamente por el mundo.
A través de las narraciones sobre Zitarrosa, los autores también nos presentan someramente el panorama social y político de aquel momento histórico particular (especialmente de Uruguay), que marcó a fuego a más de una generación y que sigue siendo relevante para recordar, para revisitar y narrar historias de la época.
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Si bien cumple esas funciones correctamente, y consigue transportar en el tiempo y relacionarnos con el personaje, la función principal es contarnos estas historias, estas anécdotas, en formato de historieta lo cual también está muy bien logrado. Por el lado del guión, es notable la capacidad de síntesis de Santullo para narrar en más o menos 10 páginas una historia comprensible, con principio, medio y fin, a partir de aquellos testimonios que seguramente eran más extensos de lo que cabe en ese espacio.
En cuanto al dibujo, Aguirre presenta el estilo que se le conoce de otros trabajos, de apariencia caricaturesca, con un trazo grueso, pocas líneas, y un solo color que da tono a la narración, lo cual parece simple a la vista pero sin lugar a dudas no es nada simple de lograr. Con este estilo, es capaz de retratar con cierta exactitud a los personajes históricos, y de lograr una narrativa secuencial precisa y legible, que también aprovecha bien el poco espacio que tiene para hacer caber las historias, demostrando el trabajo conjunto de los autores. Es destacable también la creatividad artística para ciertos momentos de la composición de página, en particular en el capítulo 5 titulado Adagio, anclando la letra de la canción Adagio en mi país (que me tomo la libertad de enlazar aquí debajo) con dibujos emotivamente fuertes, logrando uno de los puntos más altos del libro.

No es ese capítulo, no obstante, el único que se vale de la incorporación de letras de canciones a la página, sino que es un elemento constante, el cual se evidencia como una marca estilística de este comic, y a la vez colabora de cierta manera con la difusión de la obra del cantautor.
El libro consiste entonces, como decíamos, de un total de ocho historias presentadas como capítulos no conectados directamente entre sí, y al ser anécdotas se trata de narraciones de diferente tono habiéndolas trágicas, tristes, reflexivas, alegres, divertidas. Como la vida misma, como la vida de Zitarrosa también.

Nací al mundo del cómic siendo muy chico con un viejo tomo recopilatorio de Ediciones Zinco de la Legión de Super-Héroes, que era el del crossover con Superman que contaba la historia del Superboy del Universo de Bolsillo y demás, una trama muy intrincada que no entendí del todo hasta varios años después. Aún así, fue una buena introducción al Universo DC y todas sus complejidades. Con los años, los gustos e intereses se esparcieron, haciendo que luego de un largo tiempo de hablar sobre DC Comics, hoy me ocupe de otros menesteres del enorme mundo del cómic.

11/01/2013

También en noviembre "Novelas Ejemplares"



A 400 años de la primera edición de Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento, 22 autores de Argentina, Brasil, España, Francia y Uruguay adaptan la obra de Miguel de Cervantes a historieta.
Proyecto realizado con al apoyo del Centro Cultural España Buenos Aires.

Pronto, las fechas de presentaciones!!!

10/28/2013

En noviembre "Testimonios Oscuros" de Fernando Ramos


"En "Testimonios Oscuros" Fernando Ramos nos abre la puerta de cinco mundos particulares, cinco tragedias terribles pero que al mismo tiempo nos hablan del valor y coraje del ser humano. Auswitch, la tragedia de los Andes, Cromañón, son algunas de las historias que componen este libro, de fuertes contrastes, de blancos y negros, de vida y de muerte."

Rodolfo Santullo.

10/26/2013

"Etchenike" en Central Mutante

Se pierde pero se gana: ‘Manual de perdedores’

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Algunas consideraciones previas
La historieta es una forma expresiva que articula elementos bien definidos, palabras e imágenes, conformando un tipo de lenguaje con características propias. Esta misma combinación constitutiva remite también a otras dos disciplinas artísticas concretas, la plástica y la literatura. Su relación con esta última en el medio local transitó diferentes estadios a lo largo del tiempo.
Entre las décadas del treinta y cincuenta en Argentina fue común encontrar adaptaciones, generalmente enmarcadas en el género fantástico y de aventura. Obras de Julio Verne, Emilio Salgari y otros autores clásicos, en las revistas publicadas por Editorial Abril. Con el medio televisivo todavía no consolidado, la fuerza de las imágenes y lo exótico de los parajes donde transcurría la acción, concitaba la atención de los jóvenes lectores. En el mejor de los casos, la historieta adaptada propiciaba el contacto del público con la obra original, sirviendo de puente entre una y otra.
La práctica editorial comenzó a ser moneda corriente en las revistas de antología publicadas por Editorial Columba, durante los años setenta. La fórmula era adaptar tanto obras de autores clásicos, novelas y cuentos, como Best Sellers del momento y hasta películas norteamericanas o europeas de éxito. Con esta premisa se buscaba la atención no de quienes habían accedido a la lectura del libro, sino más bien de aquellos que no habían podido hacerlo, pero sentían curiosidad por la obra de referencia, dada la gran popularidad de títulos como El Tony, Fantasía o D´Artagnan entre las clases medias y bajas, de escaso bagaje cultural. El resultado artístico de estos trabajos no era gran cosa por el modo de abordaje propuesto y la idea comercial detrás.
Los antecedentes más logrados en este sentido tuvieron lugar entre fines de la década del setenta y ochenta. Desde las distintas publicaciones de la extinta Ediciones de La Urraca, SuperHumor, El Péndulo o Fierro, grandes guionistas y dibujantes argentinos llevaron adelante una verdadera exploración de ambos lenguajes, potenciándolos en logradas historietas donde la relación entre imágenes y textos no era meramente complementaria. El resultado artístico fue innegable, puesto que mediaba en estos trabajos un cabal conocimiento de los recursos propios de las letras y la gráfica, empleados narrativamente de diverso modo según cada caso.

La historia detrás de la historieta

Santullo / Estherren Etchenike

Juan Sasturain es uno de los nombres que más tuvo que ver con la última, y acaso más rica, etapa de obras literarias adaptadas a las viñetas. Durante la primavera democrática argentina, en lo que fue la primera época de Fierro: Historietas para sobrevivientes, que lo tuvo como editor. Desde allí se propició la adaptación literaria a través de una sección titulada La Argentina en pedazos, posteriormente recopilada en un libro de título homónimo. El escritor Ricardo Piglia coordinaba y firmaba las introducciones que precedían obras claves de las letras nacionales trasladadas a las viñetas.
Apenas un año antes del surgimiento de aquella antología, durante 1983, el efímero diario La Voz, de Córdoba, presentó en formato de folletín las entregas de lo que terminaría siendo Manual de Perdedores I: El cantor, novela escrita por Sasturain que presentaba al detective privado Julio Argentino Etchenike. El autor reconstruyó al personaje basado en la persona, un ex-policía homónimo –a excepción de la escritura del apellido, que cambió ‘que’ por ‘ke’ para sonar más sajón- y jubilado municipal porteño entrado en años, devenido en investigador privado, durante la violenta década del setenta argentina. Varios de sus casos tuvieron escasa trascendencia en la sección policiales de algunos diarios de la época, otra fuente de la que se valió el escritor.
Con el fundamental aporte de Antonio ‘Tony’ García, exmozo gallego de carrera, colaborador y mano derecha del investigador, Sasturain delineó una criatura de ficción tan creíble como querible, que supo ganarse un lugar en las letras nacionales a fuerza de tramas complejas en su elaboración y brillantes en su resolución. Haciendo posible lo imposible, que ante los ojos del lector un personaje de estas características, desenvolviéndose en un entorno nacional, resulte verosímil. Aprovechando, si cabe la palabra, el entorno que brindaba la última dictadura militar como contexto de acción, algo que solo un narrador del talento de Sasturain puede llevar a cabo sutilmente. Treinta años después de aquel libro, al que sucedieron Manual de Perdedores II: Hijos, Arena en los zapatos y Pagaría por no verte, llegaría otra instancia en apariencia, de difícil concreción, la adaptación de aquella novela y su continuación inmediata a historieta.

La vuelta del veterano

El joven guionista uruguayo Rodolfo Santullo –Cena con amigos, La Comunidad- se hizo cargo de una tarea a todas luces complicada, adaptar las dos partes de Manual de perdedores al lenguaje de historieta. Convertir la novela literaria en un relato gráfico independiente que consiga diferenciarse de aquella por mérito propio. Secundado en los lápices por el entrerriano Lisandro Estherren, también joven ilustrador –curiosamente ambos rondan los treinta años, misma edad que tenía Sasturain al escribir el libro- que ve con este proyecto su debut en la publicación profesional. El lujoso tomo, titulado simplemente Etchenike, cuenta con un prólogo de Sasturain y 160 páginas en blanco y negro formato europeo, fue editado este año por Pictus SRL para su colección Factor Fantasía.
El cantor, presenta al dúo protagónico en lo que será su primer caso. Durante noviembre de 1978, tras invertir sus ahorros y vender su casa, Julio Etchenike convence al gallego Antonio García a que largue la bandeja del bar en el que trabaja como mozo y se sume a ‘Etchenike Investigaciones’. Para ello alquila una oficina en un edificio de Avenida de Mayo, donde pasa a mudarse. Por aquellos días reconoce durante un altercado menor en un bar a Marcial Díaz, un viejo cantante de tangos ya retirado, con quién queda en contacto.
Al poco tiempo, Díaz lo convoca vía telefónica solicitando ayuda, citándolo en For Export, un restaurante con números musicales en vivo. Allí todo termina mal, con los protagonistas en medio de un tiroteo, para ser posteriormente secuestrados por una banda de criminales. Logran escapar con lo justo, liberando a una mujer conocida del cantante, cuya vida termina trágicamente al ser baleada desde un auto en plena calle. Este incidente precipita una serie de acontecimientos que terminarán por poner a Etchenike frente a un caso donde saldrán a la luz viejos rencores familiares, oscuros manejos policiales, tráfico de drogas y la acción de la resistencia armada al proceso militar, cruzándose de manera impensada a medida que la intriga crece. El veterano busca salvar el honor de un amigo, y no se detendrá ante nada en la empresa, aunque eso signifique poner en peligro su propia vida.

Juan Sasturain

Hijos, la segunda parte, tiene lugar unos meses después. Otro llamado telefónico para que el detective se ocupe de dar con el paradero de Vicentito Berardi, estudiante universitario hijo de Vicente Berardi, próspero empresario metalúrgico preocupado por cierta militancia política que alejó al muchacho de su hogar, primero, y de los ámbitos que frecuentaba, después. Todo se complica cuando la propia madre del joven, Justina Huergo de Berardi, se aparece por la oficina de Etchenike para ofrecerle dinero a cambio de que no profundice en la investigación. Ella le manifiesta que la pareja está separada de hecho y su ex-marido intenta localizar a su hijo solo para ponerlo contra ella en la disputa por los bienes de una próxima separación.
Tras no acceder a la petición, Tony García obtiene una dirección y allí van ambos, justo en el momento en que un grupo comando violenta el domicilio y secuestra a Vicentito. De allí en más, el veterano deberá recurrir a personas que supo conocer durante su tiempo en la policía, devenidos en informantes del gobierno de facto, volverá a toparse con la resistencia militante armada, el ambiguo comisario Macías, y hasta con cierta mujer que jugó un rol muy importante, tras bambalinas, en la trama del tanguero Marcial Díaz. Y atará cabos sueltos, para comprobar que nunca nada es lo que parece.
Toda adaptación implica una lectura previa del material original, y una evaluación derivada sobre la pertinencia o no de incluir tal o cuál pasaje de la historia en función del medio al que se va a trasladar. En este sentido, cabe destacar el oficio del guionista Santullo hace un correcto recorte, tomando lo justo y necesario para que la trama se desarrolle naturalmente y el interés del lector no decaiga. Esto se ve más logrado en El Cantor, puesto que la novela original tiene una extensión de casi doscientas páginas, que son resumidas en apenas setenta de historieta, redondas por donde se las mire. No ocurre lo mismo con Hijos, que en la novela alcanza las trescientas páginas, y llega a ochenta en el tomo. Hay situaciones que se podrían haber reinterpretado o suprimido para que el lector no quede en offside con respecto a ciertos personajes, la relación del protagonista con su hija y nieto, por mencionar un ejemplo. No obstante estas mínimas tensiones internas de la trama, la historia logra llegar a buen puerto.
En la faz gráfica, la multiplicidad de técnicas desarrollada por Estherren va desde el uso del claroscuro a las aguadas, en un estilo que tiene ciertas cosas de José Muñoz, pero que inmediatamente remite al maestro Alberto Breccia de los últimos tiempos. De hecho, el propio Etchenike lleva el rostro del gran artista uruguayo, en un guiño-homenaje notable. El manejo climático del plumín logrado a través del empleo de luces y sombras refleja una Buenos Aires siempre enorme y amenazante, que alterna bonitos lugares con bajos fondos, siempre a tono con la atmósfera negra del relato. La expresividad en los personajes es, también, correcta. Si algo se puede objetar es cierta falta de pulso a la hora de retratar algunos momentos claves de acción, peleas cuerpo a cuerpo o tiroteos donde la narrativa se empantana un poco. Por lo demás, estamos frente a un valor a tener en cuenta en el ámbito de la historieta nacional.
En definitiva, Etchenike es una lectura obligatoria para todos aquellos amantes del género policial. Una alegría extra para quienes ya conocían al personaje por sus libros, entre quienes me permito incluirme, mientras esperan su regreso. Dentro o fuera de las viñetas, desde ahora. Doble recomendación entonces, podría decirse, el tomo o las novelas del quijotesco veterano nunca defraudan cuando lo que se busca es una buena historia. Nada más, nada menos.

Etchenike

MARIANO SICART. 33 años, Licenciado en Comunicación Social. Comiquero por naturaleza, casi. Cinéfilo. Voraz lector, accidental escritor.

10/25/2013

"Etchenike" en 365 Comics por Año



Otra vez me toca hablar de una historieta que adapta a nuestro medio favorito relatos originados en la literatura, protagonizados por un detective que se mueve por una urbe de Sudamérica. Hace unos días me topé con Heredia por las calles de Santiago de Chile y ahora es el turno de Etchenike, el detective porteño y ya entrado en años, creado por el maestro Juan Sasturain. En este librazo, el uruguayo Rodolfo Santullo y el entrerriano Lisandro Estherren adaptan los dos primeros relatos protagonizados por Julio Argentino Etchenique (alias Etchenike), originalmente publicados como Manual de Perdedores y Manual de Perdedores II.
Tengo un problema con la adaptación al comic y es el dibujo. Ojo, que no se me malinterprete: Lisandro Estherren me parece un MONSTRUO, un dibujante increíble, un virtuoso del mega-carajo, un tipo destinado a dejarnos obras de primerísimo nivel. Pero no me parece que su estilo sea el más idóneo para encarar esta versión de las novelas de Sasturain. Acá vemos a Estherren dando cátedra de expresionismo al límite, donde lo único que se parece a lo que ya vimos en otras historietas es la disposición espacial de las viñetas en la página. Todo lo demás, Estherren lo re-imagina, lo re-interpreta, lo deforma, le pasa por encima a todo con su grafismo, basado en amplias masas negras, blancos que parecen aplicados con témpera sobre un fondo negro, grisados, raspados, pinceladas de brocha gruesa y unas letras hermosas en las onomatopeyas. Sobran recursos, sobran efectos, está todo muy cargado, como si el dibujante se esforzara demasiado para demostrar que es un capo. Lo más flojo, donde más ardua se hace la lectura, es en las peleas, donde es casi imposible darse cuenta quién le pega a quién, quién dispara, quién cae herido, quién escapa... Hay momentos fastuosos, unos primeros planos memorables, y también hay muchas secuencias que se leerían mejor, que permitirían un mejor flujo de la narración, dibujadas en un estilo más accesible, con un planteo gráfico menos extremo.
El resto es impecable. Santullo elige con sagacidad qué momentos de las novelas privilegiar, qué diálogos respetar a pies juntillas, donde darle protagonismo a la acción que –por suerte- no escasea en las novelas de Etchenike. Como Sasturain, Santullo es fanático y además cultor del género policial noir, y me imagino su alegría y su complicidad a la hora de dialogar esas secuencias en las que Etchenike (que también consumió mucha literatura policial) desliza menciones a las novelas de Raymond Chandler, Dashiel Hammett y Mickey Spillane. Lo más atractivo que tiene esta versión es el ritmo: de alguna manera (quizás porque tiene sólo 140 páginas para despachar dos novelas), Santullo acelera los relatos de Sasturain y, si bien hay escenas tranqui e introspectivas, transmite una sensación trepidante, como si todo el tiempo sucedieran, una tras otra, un montón de cosas grossas.
Además, al leer seguidas Manual de Perdedores y Manual de Perdedores II me quedó mucho más claro que están perfectamente integradas y que el verdadero final no llega sino en la última página de la segunda novela, algo que no sé si me quedó tan claro cuando leí los textos originales. En aquel momento me pareció casi un capricho que compartieran título, seguramente porque pasaron meses (si no años) entre que leí la primera y la segunda. Acá se nota más el bloque, el combo, el rompecabezas que se empieza a armar en el primer tramo y se termina de completar sólo al final.
Banco a muerte a Sasturain como escritor, me parece uno de los nombres fundamentales de la literatura argentina contemporánea y me compro cualquier cosa que prometa contarme una historia y lleve su firma. Como fan de Sasturain, y especialmente de Etchenike, era obvio que esta versión me iba a gustar. Además soy fan de Rodolfo Santullo, un guionista de incuestionable solvencia, de esos que prácticamente no defraudan jamás. O sea que venía MUY predispuesto a disfrutar de este libro. Paradójicamente me nubló un poco el cielo un dibujante al que admiro a full, un tipo de desmedido talento, que conjuró para Etchenike unas imágenes bellísimas y de una fuerza plástica descomunal... que lamentablemente no me terminaron de cerrar en el contexto de la obra que tenían en manos tanto él como el guionista. Por ahí para una historia corta, o una obra de corte más experimental, este planteo gráfico de Estherren era la gloria. Para las aventuras de este veterano investigador de la Buenos Aires de fines de los ´70, yo hubiese preferido otra onda; no fría, no amistosa, no limpita, pero no tan al límite. Como diría Miguel Angel Russo, “son decisiones...”

Andrés Accorsi

10/01/2013

"Far South" en Página 12


CULTURA / ESPECTACULOS › COMIC. FAR SOUTH EL UNIVERSO COMPLETO DE SANTULLO Y FERNANDEZ

Cuando la historieta es un placer

Far South es el álbum y, más exactamente, todo el universo que Rodolfo Santullo y Leo Fernández delinean con precisión de western y policial. El ambiente es la década del '40, una pulpería, miradas siniestras, muertes y dinero. Un lujo de historieta.

 Por Leandro Arteaga
Hablar de historietas en Rosario es materia enorme y paradójica. Son muchos los dibujantes que publican en Estados Unidos y en Europa, mientras sus nombres son casi desconocidos para la ciudad. Uno de sus referentes es Eduardo Risso, premiado internacionalmente, ingenio detrás de la Convención Internacional Crack Bang Boom. Es él quien ha motivado, desde la ciudad, una expansión de la historieta hacia otros lugares, que están ramificando en muestras, nuevos artistas, talleres.
En este sentido, Far South (Lejano Sur), álbum recientemente publicado por Puro Comic Ediciones, significa de modo relevante: es el primer título del sello de Daniel Galliano con carácter inédito, cuyo catálogo incluía hasta el momento valiosas recuperaciones de la obra de Risso para el mercado italiano: Borderline, Yo, vampiro (ambas con guión de Carlos Trillo), junto a la clásica Parque Chas (con guión de Ricardo Barreiro).
Far South cuenta con guión de Rodolfo Santullo y dibujos de Leandro Fernández. Uno y otro conocen una trayectoria enorme, que crece. Santullo, mexicano de nacimiento, vive en Uruguay. Entre varios títulos como Etchenike (dibujos de Lisandro Estherren) y Zitarrosa (con Max Aguirre), su nombre suele acompañar las páginas de revista Fierro. Fernández, oriundo de Casilda, ha repartido páginas y páginas entre Europa y Estados Unidos. Su trazo ha acompañado las aventuras de héroes Marvel como Hulk, Wolverine y Punisher. Pero Far South, para uno y otro, tiene un sabor especial.
"Soy de una generación de dibujantes donde lamentablemente empezamos nuestra carrera apuntando a trabajar en el exterior. Desde un comienzo, siempre tuvimos nuestra mirada puesta afuera -apunta Fernández a Rosario/12-. Después de muchos años de hacer diferentes historietas, me dieron ganas de dibujar algo conectado con mi cultura, con lo que me resulta cercano, algo que pudiesen leer mis vecinos, mis amigos. Me conecté entonces con Rodolfo Santullo, y empezamos de a poquito con algunas historias, disfrutando del trabajo. Hasta que lo vieron Eduardo Risso y Daniel Galliano y nos ofrecieron publicarlo. Hacerlo fue un placer".
"Mi tarea en el proceso fue bastante lateral y secundaria", explica Daniel Galliano. "Si bien el trabajo me encantó, la elección recayó en Eduardo Risso, el crédito le corresponde a él. Para quienes conozcan el derrotero de Leandro, acá van a encontrar otra cosa, mucho más jugada, personal, a la que decidimos apostar. Es una obra inédita, con lo cual damos un paso adelante; y es una publicación a color, cuando tradicionalmente la historieta argentina es en blanco y negro", agrega el editor.
"Si el lector se divierte la mitad de lo que nosotros, va a ser un partido ganado", asegura Santullo, y señala que "con el paso del tiempo, he aprendido también a tener ganas de escribir lo que el dibujante quiere dibujar, sobre todo porque hay tantas veces que uno viene haciendo historietas que te tocan por trabajo, que a veces la pasión, lo lúdico, se va perdiendo. Con Leo se dio una sinergia muy divertida; él me decía: 'Quiero que aparezcan fiolos', y yo: 'Dale, los puedo meter'; luego: 'Che, que aparezcan indios', aparece uno; '¡Un cura corrupto!', y aparece también; o sea, se terminó dando un ida y vuelta súper entretenido, no recuerdo un libro con el que me haya divertido tanto".
"Cuando apareció la idea de hacer el libro -continúa Fernández- no sabíamos si lo íbamos a publicar. Y estamos hablando de que esto para nosotros no es un hobby, sino nuestro trabajo, pero teníamos ganas de hacer algo por el gusto de hacerlo. Far South tiene una carga cultural, subjetiva, relacionada con la cosa vivida por parte de Rodolfo y mía. Lo hicimos sin concesiones, honestamente, hicimos algo totalmente libre. Cuando hacés algo así tenés ganas de que lo vean todos, de que se lea".
- ¿Por qué "Far South"?
- Leandro Fernandez: El título se lo puse yo. Cuando Rodolfo me ofreció la primera historia le dije que tenía ganas de que fueran varias, a la manera de un western pero ambientado acá. Lo podíamos hacer en diferentes épocas, pero lo ambientamos en los '40. El título se me ocurre porque si bien es una historia local, no se refiere al sur patagónico, sino al hemisferio sur, pero mirado desde "afuera", desde el hemisferio norte. Es un juego de palabras.
- Está el western pero también está muy presente la impronta del género negro.
- Rodolfo Santullo: Me doy cuenta, a esta altura de la vida, de que difícilmente pueda escribir algo sin la estructura de un policial. Creo que es un defecto de lector. Si te digo qué estoy leyendo ahora, es una novela policial de Lorenzo Silva. Continuamente me alimento de policiales. Evidentemente, el andamiaje que sostiene Far South es el del western, pero al mismo tiempo es un policial, no lo puedo evitar. En lugar de pistoleros hay fiolos, gángsters, ladrones... el policial está ahí, como escondido al lado de la puerta.
- L.F.: Yo soy mucho más amigo del policial negro que del western, en verdad me gusta más el western spaghetti. Con el policial me siento más cercano, quizás también tenga que ver con eso.
- Luego de tantos superhéroes célebres, quizás estés algo saturado de dibujarlos.
- L.F.: Cuando uno empieza a trabajar para editoriales grandes está deseoso de hacer personajes determinados, importantes, pero después de pasar por esa etapa, donde sé hasta dónde puedo aportar y hacer bien mi trabajo, también sé que crear algo de cero me va a divertir mucho y me va a permitir hacer algo más interesante. Lo último que hice fue Avengers vs. Universo Marvel, así que a los personajes de Marvel los dibujé absolutamente a todos, ¡incluido Howard the Duck! Ahora estoy haciendo un proyecto nuevo de autor con Peter Milligan, para Vertigo, que se va a llamar The Discipline, y saldría el año que viene- concluyó.

7/30/2013

"El Club de los Ilustres" en La Bitácora de Maneco

LA LIGA DE LOS BOTIJAS EXTRAORDINARIOS


El Club de los Ilustres. Guión: Rodolfo Santullo. Dibujos: Guillermo Hansz. Ilustración: Ignacio Calero. Portada: Guillermo Hansz. El Club de los Ilustres creado por Rodolfo Santullo, Richard Danta e Ignacio Calero. 88 páginas en blanco y negro. Grupo Belerofonte / Estuario Editora. ISBN: 978-9974-98-732-6. Uruguay, fines de 2012.
Imaginen un manual de historia uruguaya escrito por un autor de ciencia-ficción y no por un historiador. Imaginen algo aún más específico, un manual de historia uruguaya escrito por un autor de ciencia-ficción de la era pulp, capaz de amalgamar discursos y figuras históricas reales y reconocibles de fines del siglo XIX, en el escenario de una Banda Oriental apócrifa y victoriana, donde la robótica de avanzada puede convivir (y, de hecho, lo hace natural y orgánicamente) con los ponchos y las tacuaras. Imaginen el resultado de estos cruces históricos tan efectivos como improbables como un texto de lectura arrebatada, parte folletín decimonónico y parte thriller de espionaje superheroico (o todo lo superheroico que permitan estas costas), encarado como una comedia de enredos.

Ahora no imaginen más. Sólo déjense llevar por El Club de los Ilustres, primera de una larga (espero) serie de novelas gráficas firmadas por Rodolfo Santullo y Guillermo Hansz, en base a conceptos generales desarrollados por Santullo, Richard Danta e Ignacio Calero, protagonizada por un heterogéneo club de ilustres (en su amplia mayoría) más conocidos del otro lado del Río de la Plata que de éste. El intelectual, periodista y político José Pedro Varela; la poetisa y activista femenina Delmira Agustini, el caudillo militar Aparicio Saravia; y el escritor Horacio Quiroga, reunidos y comandados por Lorenzo Latorre, militar y político que supo ser Gobernador de facto y Presidente constitucional, detalle a tener en cuenta al abordar la trama política, marcada por intentonas golpistas, la profanación de cuerpos presidenciales y una mirada humorística y liviana que le da el tono justo y necesario a la ficción.

Y si piensan que esta inmejorable muestra del imaginario charrúa es deudora de La Liga de los Caballeros Extraordinarios, están en lo cierto. Pero no se dejen apurar por el prejuicio. Así como en La comunidad (ver http://labitacorademaneco.blogspot.com.ar/2013/07/el-horror.html), Santullo partía de M. Night Shyamalan para llegar a otros puertos; aquí se permite (y nos permite) una relectura latinoamericana de la premisa original de Alan Moore y Kevin O’Neill tan maltratada por el cine hollywoodense. Al abrevar tanto en la raíz británica de la ciencia-ficción especulativa como en la naturaleza sainetera del grotesco criollo, El Club de los Ilustres termina conformando un nuevo género narrativo, hibridación superadora de todo aquello que lo alimenta y nutre. Especie de Steampunk rioplatense, de romántica ucronía retrofuturista que, al tomar distancia de la realidad, nos enfrenta con algunos dilemas identitarios locales que venimos arrastrando desde las fundaciones patrias.

Por favor, que siga El Club de los Ilustres. Y, de ser posible, hagan algo con Piria. Semejante personaje necesita del tratamiento Santullo & Co.
Fernando Ariel García

7/22/2013

"Cena con amigos" en Sobre Historieta

Reseña de “Cena con amigos”, de Rodolfo Santullo y Marcos Vergara – Loco Rabia y Grupo Belerofonte

cena-con-amigos-tapaCuando un amigo se va
Releída cinco años después de su publicación original, allá por 2008 en el sitio Historietas reales, Cena con amigos (Loco Rabia – Grupo Belerofonte, 2009) de Rodolfo Santullo en guión y Marcos Vergara en dibujo (la misma dupla de Valizas y La comunidad) mantiene la misma fuerza, la misma frescura, cierto espíritu polémico. Además, ofrece la posibilidad de encontrar giros nuevos en la relectura, más allá del enigma policial –planteado, desarrollado y resuelto con gran destreza, como es habitual en Santullo, especialista y cultor del género también fuera de la historieta–, en una historia atravesada por el humor y por cierto desencanto como marcas distintivas de su realismo. No se trata de una historieta autobiográfica como las que en general caracterizaron Historietas reales allá en el comienzo, pero respeta ese segundo elemento del título, lo real (con cuidada escena de sexo y todo), al tomarlo como referente y como meta: la historieta nos mete de lleno en la vida y la dinámica de un grupo de seis amigos y amigas (más un novio) como cualquier otro, o quizás no tanto, pero sin duda identificable en su conformación y en su comportamiento para un lector de la zona del Río de La Plata. 
chiste 1
Un barco sólido de papel
Ya en las primeras páginas, Santullo y Vergara nos presentan a cada uno de los personajes de una forma única, perfectamente reconocible, con características interiores y exteriores bien definidas al modo de una sitcom, aunque con un tono ciertamente más amargo o agridulce, más gris, pero en el que la amistad pervive, pese a todo. Imposible no reconocer (o reconocerse en) el tipo humano de Bernardo, jodón y complicado por donde se lo mire, o reconocer (reconocerse en) las actitudes de su contrapartida Cristian, su mejor amigo, abnegado y complejo como el que más. Y aunque un detective con todas las letras, dentro de la mejor tradición del policial, hace una breve aparición, será el propio Cristian el que resuelva el misterio con total naturalidad y absoluta verosimilitud. De esa manera, además, se genera un final a la vez cerrado y abierto, ya que las consecuencias del descubrimiento quedarán para la elucubración del lector.
chisteEl dibujo nos hipnotiza, nos seduce, nos conduce con su aparente sencillez y su indudable solvencia a lo largo de toda la historieta. Vergara alcanza un equilibrio notable entre una representación realista, necesaria para que nos creamos la historia y los personajes, y un registro mesuradamente burlesco, caricaturesco, para acompañar al guión cuando así lo requiere. Y casi siempre se traduce en un sutil encuentro entre ambas líneas. En el prólogo, Max Aguirre señala que los personajes de Vergara actúan bien: cabría agregar que tienen un gran guión y hacer énfasis en que actúan bien porque están dirigidos a la perfección.
Los cuatro chistes que Cristian cuenta a lo largo de la historieta, que pueden sonar más o menos conocidos pero siempre graciosos, se unen a la trama y juegan un doble juego: desde el contenido (el significado y el mecanismo de cada chiste) hasta la situación y el destinatario a los que se dirigen. Este es un recurso que Santullo ha sabido usar muy bien por ejemplo en Valizas (dibujada exquisitamente por Vergara, en otro estilo y con otra textura), si bien allí los “cuentos” que recorrían y marcaban la narración pertenecían a la mitología griega.
 Cena con amigos, de Santullo y Vergara, es ideal para leer, releer o regalar en el día del amigo, o cualquier día: el día del amigo (y de las historietas excelentes) es todos los días.
 Hernán Martignone

7/20/2013

"La Comunidad" en La Bitácora de Maneco

EL HORROR


La comunidad. Guión: Rodolfo Santullo. Arte: Marcos Vergara. Portada: Marcos Vergara. 96 páginas a todo color. Mojito Colectivo Editorial (Grupo Belerofonte, Dragón Comics, Estuario y Loco Rabia). ISBN: 978-9974-99-091-3. Uruguay / Argentina, junio de 2013.
Tiempos distintos (o la percepción de tiempos distintos), conviviendo de alguna manera y por algún motivo. La tensión entre dos valores que se nos aparecen como absolutos; y que podríamos resumir rápidamente en los términos Adentro y Afuera. Los acuerdos (¿treguas?) tácitos y/o explícitos que pactan estos espacios, separados y unidos por la naturaleza que, mediante su barrera hecha de ríos y vegetación salvaje, al mismo tiempo brinda seguridad y genera peligros. Una serie de líderes adultos y de héroes jóvenes que deberán resolver sus conflictos personales en un escenario global que, con sus prerrogativas y normas establecidas, los incluye y supera ampliamente. El riesgo del anticonformismo en épocas de opresión.

Son sólo algunas de las premisas que Rodolfo Santullo y Marcos Vergara trabajan en La comunidad. Premisas que resuenan con los ecos de La aldea, el filme de M. Night Shyamalan que metaforizó, a su manera, la brutal colisión entre lo primitivo y lo moderno (o, de nuevo, la percepción de lo primitivo y lo moderno) apoyándose en la construcción psicológica de un thriller con toques terroríficos. Aclaremos antes de que oscurezca, La comunidad no es una copia de La aldea (como La aldea no era una copia del libro Running Out of Time, del que tomó algunos disparadores y una ambientación similar), sino una reelaboración (¿consciente? ¿inconsciente?) de un tópico bastante transitado en la ciencia-ficción de identidad híbrida. 

Serializada originalmente en el blog Historietas Reales entre marzo de 2011 y diciembre de 2012 (y felizmente recopilada en libro por el flamante colectivo rioplatense Mojito), La comunidad aborda el fin de la niñez después del fin de la inocencia después del (aparente) fin de todo. Y lo hace echando una metafórica mirada latinoamericana sobre algunas topografías conocidas: La Supervivencia y el Hambre. Claro que, en una historia donde la percepción de las cosas hace a las cosas que pasan, se anota un enorme poroto al elaborar espacios en blanco que determinan el clima de la narración, el ritmo de la lectura y la distribución de las fichas del trágico rompecabezas que vamos armando en nuestras cabezas mientras pasamos sus hipnóticas páginas. El secretismo como mecanismo de control social. El ejercicio de la fuerza como herramienta generadora de orden. La rebeldía contra el Poder establecido. La sutil truculencia que genera el canibalismo cuando aparece abordado por un autor uruguayo.

Lejos de cualquier utopía comunitaria, La comunidad de Santullo y Vergara se me hace una exploración distópica sobre los verdaderos alcances de la disolución social. Olvídense de las teorías sobre asociaciones voluntarias en pos de un bien común y mayor, de las relaciones igualitarias entre pares, de los democráticos idearios asambleístas. Lo que aquí aparece en escena es sólo un conjunto de individuos unidos por el espanto borgeano, reducidos al mínimo escalón de la cadena alimenticia de alguien (o algo) que está siempre presente sin estar a la vista. La socialización definitiva del sálvese quién pueda, cómo pueda.
El horror, diría Kurtz.
Fernando Ariel García

6/10/2013

Este 20 de junio llega "La Comunidad"


Como libro inaugural del Colectivo Editorial Mojito (que nuclea a las editoriales Grupo Belerofonte, Dragón Cómics, Loco Rabia y Estuario) llega la tercera novela gráfica en conjunto de Rodolfo Santullo y Marcos Vergara. La presentación, que no es una sino tres, ya que acompaña a las presentaciones de "Morir por el Che" (Leguisamo/Vergara) y "El Viejo" (Alceo/Bergara), será este 20 de junio en el Centro Cultural Simón Bolivar (Rincón 747) a las 19 hs.

Además, se anunciará el Premio Nacional de Historieta Mojito-Lolita Rubial.

6/01/2013

Zitarrosa en 365 Comics por Año

"Jamás en mi vida escuché ni un sólo tema de Alfredo Zitarrosa. No sé ni qué voz tiene. Pero bueno, sé que es un referente fundamental de la música uruguaya, con lo cual me parecía atractivo leer una biografía suya. Claro que, ni bien abro el libro, los autores se apresuran a aclararme que esto NO es una biografía, sino una colección de anécdotas, complementadas con toques de ficción. Automáticamente, mi interés retrocede dos casilleros. Por suerte, los autores no son otros que Rodolfo Santullo y Max Aguirre y ahí sí –como diría otro cantautor de izquierda al que tengo un poquito más escuchado- nos sobran los motivos para encarar bien predispuestos la lectura de estas historias.
Una vez adentro, me encuentro con que no todas las anécdotas son igual de interesantes. De las ocho, tres me parecieron buenísimas y el resto, apenas interesantes o decididamente prescindibles. De todos modos me sirvieron para: 1) conocer fragmentos de las letras de varios temas de Zitarrosa! Son muy grossas! No sé qué onda la música, pero este señor escribía muy bien. 2) dimensionar la faceta de militancia y resistencia de Zitarrosa, su compromiso político, lo mal que la pasó cuando a raíz de un golpe de estado debió dejar su querido Uruguay, y lo mucho que hizo por sus compatriotas que pasaban por el mismo predicamento que él en los distintos países donde le tocó vivir en los años oscuros. 3) disfrutar con los excelentes diálogos a los que me tiene acostumbrado Santullo. El personaje es casi una caricatura, el tipo circunspecto que fuma y escabia más de la cuenta, super-profesional a la hora de subirse al escenario y con fuertes códigos de afecto con los amigos y solidaridad con los compañeros. Las historias giran más o menos en torno a eso y al ya gastado tema de “lo mal que lo pasamos los progres cada vez que gobiernan los fachos”. Y sin embargo, los diálogos realistas, punzantes, a veces muy cómicos de Santullo, ayudan muchísimo a remarla, a ponerle chispa a las historias. 4) maravillarme con el trabajo de Max Aguirre, que no es parejo en todo el libro, pero cuando estalla amenaza con convertirse en el mejor trabajo en la vasta carrera de este virtuoso dibujante argentino.
Me quedo con lo de Aguirre: en las primeras historias arranca con muchos cuadros por página, y gradualmente baja la cantidad hasta llegar a un punto de equilibrio en el que puede meter viñetas más grandes y lucirse más. El trazo es engañoso: parece línea clara, al estilo Dupuy y Berberian, pero con unas texturas en el color y algunos rayones que parecen hechos con fibrones casi secos, que le agregan una especie de desprolijidad que queda muy bien. El episodio coprotagonizado por el Menchi Sábat abre con una viñeta espectacular y después derrapa mal. Es, claramente, el menos inspirado, en el que Max menos se jugó. El anterior, en cambio, ese en el que Max puede meter varias páginas de una sóla viñeta y muchas de dos y tres, es una cátedra absoluta, con un clima estremecedor y unas imágenes majestuosas, de esas que se te impregnan en las retinas para siempre. Y la segunda historia (cuyo planteo no me enganchó demasiado) tiene unos juegos alucinantes en la puesta en página que tenés que ser muy grosso para que se te ocurran y definitivamente un capo para que te salgan bien. Son tres páginas, nomás, pero Aguirre hace magia y convierte un diálogo pachorro (un monólogo, en realidad) en una secuencia memorable, atractiva por donde se la mire (y hay que darse cuenta por dónde mirarla).
¿Recomiendo este libro? En realidad es medio al pedo, porque fue un hitazo y se agotó muy rápido a ambos lados del río. Pero bueno, eventualmente se reeditará. En ese caso, los fans de Max Aguirre deberán abalanzarse sobre él, sin dudarlo un segundo, como si en vez de un libro fuera Scarlett Johansson en ropa interior y con un cartelito de “oferta” colgando de la chabomba. Si sos uruguayo, seguro te va a conmover. Y si sos fan de Alfredo Zitarrosa, obviamente te va a resultar una historieta 100% fundamental. A los fans del Santullo de siempre, del que se florea con clase y categoría en varios géneros cercanos a la aventura o el policial, no sé si Zitarrosa los enganchará demasiado. Me queda claro que Rodolfo se compenetró con el personaje (y con la época; no olvidemos que nació en México porque sus padres también tuvieron que exiliarse) pero varias de las anécdotas que le hace vivir al cantautor no tienen ni la fuerza ni el encanto que solemos ver en sus otras historietas.
Me quedo con una frase que una vez dijo Zitarrosa (allá por el ´83, en una entrevista que salió en Hum®) y que nunca me pude olvidar: “Que en Argentina se hable de rock nacional es como que los yankis hablen de national milong”. Polémico, el maestro..."

Andrés Accorsi

http://365comicsxyear.blogspot.com/2013/05/29-05-zitarrosa.html

5/30/2013

Afiche para Ciencias Sociales


Nuestra amiga Laura Vázquez nos convocó a Marcos Vergara y a mi a participar de la muestra de afiches con motivo de los 25 años de Facultad de Ciencias Sociales en la UBA. Aquí, el resultado.

5/29/2013

Proximamente... "Regreso al Centro de la Tierra"


El biólogo Ruben Fornari y el naturalista Oscar Hoffman vuelven a las andadas en nuestra nueva colaboración junto a Alejandro Rodríguez Juele para Marche un Cuadrito!
Y para ir haciendo boca, releé la anterior:

http://marcheuncuadrito.blogspot.com/2011/11/regreso-las-montanas-de-la-locura-pg-01.html

5/24/2013

Federici: Detective Intergaláctico


Escondido entre papeles en una oficina o trabajando hasta la madrugada en su casa, un escritor y dibujante imaginó durante décadas aventuras espaciales, detectives estrafalarios, maldiciones ancestrales y monstruos de pesadilla. En la ficción resolvió crímenes, enfrentó conspiraciones internacionales y viajó a galaxias muy distantes. En la realidad aprendió a moverse en un país donde lectores y editores daban poco lugar a todo eso. Nunca dejó de soñar ni de trabajar y así no solo publicó en Uruguay sino en Bélgica, Suecia, Argentina, México, Estados Unidos y España. Es Carlos María Federici, hoy retirado, pero no olvidado. Y estas son sus historietas.

5/13/2013

De regreso a Historietas Reales

Arranca la novela gráfica de aventuras "El Oro del Zar" en Historietas Reales (www.historietasreales.com.ar), escrita por su seguro servidor y dibujada por el inagotable Marcos Vergara.
Cada jueves una nueva página, ¡no se la pierdan!

3/04/2013

"Shankar" en 365 Cómics por Año


Una vez más, los maestros Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena recitan sus arcanos hechizos y conjuran a un héroe perfecto, más allá del tiempo y las civilizaciones, para protagonizar fantásticas aventuras que no se parecen en casi nada a las típicas.
En las historietas de Mazzitelli casi siempre se repite esta constante: el héroe no sufre. Es un grosso, un capo, un as, un world champion que se cansó de cosechar copa y medalla en todas las disciplinas. El héroe resuelve los combates de taquito y sin despeinarse. Nunca lo vemos hecho mierda en el piso, cagado a palos, con sangre en la boca, tratando de sacar fuerzas de donde no hay para levantarse y retomar la pelea. Los héroes mazzitellianos no tienen dudas, no tienen miedo, van al frente contra monstruos y dragones, guerreros y emperadores, dioses y demonios, siempre convencidos de que la batalla es un trámite, que no hay chances de morir ni de salir gravemente heridos. Esto sería un bajón irremontable, si no fuera por un detalle para nada menor: en el contexto de las historias que cuentan Mazzitelli y Alcatena, los combates SON trámites. Ni más ni menos. Los conflictos no se resuelven cuando el héroe derrota a las amenazas que enfrenta. Las amenazas son más bien obstáculos, que el héroe debe sortear para llegar a otra instancia de su búsqueda. La violencia no es la solución. A lo sumo, es la llave que abre otra puerta, para que el héroe pueda seguir su periplo hacia la verdad, hacia la redención, hacia el amor, o lo que sea que lo motiva en su epopeya.
Eso se ve clarísimo en Shankar. Acá -entre guiños a Michael Moorcock, Hugo Pratt, Go Nagai, Emilio Salgari, Fiodor Dostoyevsky y todos los libros sobre mitología que entren las bibliotecas de Eduardo y Quique- vemos a Shankar vencer a toda clase de oponentes sin el menor esfuerzo. Las luchas más intensas son las del Shankar niño o adolescente, porque ahí sabía menos y cada victoria le costaba más. Y sin embargo, en la estructura de estos relatos, los combates son una peripecia menor. En la saga de la India, el héroe lucha por salvarle la vida a quien tal vez sea su hermana. En la de China (la que menos me atrapó) intentará descifrar los caprichos del emperador-niño Xiao Gui. En la de Japón (la mejor, por afano) buscará resolver el misterio del suicidio del poderoso Otsuki Hidetora. En la de los mares de Malasia, hará lo imposible por preservar los conocimientos ancestrales y secretos de Lemuria. Y en la de Rusia, tratará de que el inestable y peligroso zar Rasputín se equilibre para el lado del Bien. Entremezcladas con cada una de las “misiones” de Shankar, Mazzitelli nos narrará decenas (no sé si no centenas) de mitos y leyendas de cada una de estas culturas, y varias “historias dentro de la historia”, breves fragmentos en los que el guionista deja volar un poco más su prosa, en memorables bloques de texto. O sea que en este bestial masacote de 300 páginas hay muchísimo para leer.
Y muchísimo para mirar, claro. Porque una vez más, Alcatena se deja poseer por su plumín mágico y nos deleita con unas imágenes imponentes, de una belleza indescriptible, perfectamente hilvanadas en secuencias vibrantes y sugestivas como sólo él puede hacerlo. Como ya sucedió en Imperator, el guión le da a Quique excusas para visitar distintas civilizaciones y plasmar en sus páginas a los más espectaculares seres soñados por cada una de estas civilizaciones. ¿Y qué hace ahí un aborigen piel roja, si Shankar no visita nunca las planicies de EEUU? No importa: el guión se las ingenia para que Alcatena pueda dibujar también indios sioux. Y majestuosos palacios y abisales infiernos y ominosas cavernas y todo lo que se te ocurra, dibujado con ese virtuosismo tan típico de Alcatena y tan atípico en el resto del universo del comic, presente y pasado. Además de muchos seres sobrenaturales que luchan, rosquean o tiran profecías enigmáticas, acá hay otro ser sobrenatural (pero nacido en Caballito) que es quien les da vida a todos ellos, un monstruo legendario de carne y hueso, inspirado como pocas veces y decidido a dejar la vida en cada viñeta.
Alguien dijo alguna vez que Mazzitelli y Alcatena inventaron su propio género y yo coincido bastante con eso. A lo largo de casi 25 años, juntos diseñaron su propio continente dentro de la historieta mundial y lo poblaron con creaciones únicas y maravillosas, con historias que pulverizaron los confines de la clásica fantasía épica y la llevaron más allá. Dentro de ese reino mágico y misterioso, estas primeras 300 páginas de Shankar acumulan méritos y logros para aspirar a la corona. Descubrilas. Y rezale a las deidades de todos los panteones para que salga pronto el Vol.2.

Andrés Accorsi.

1/04/2013

Zitarrosa en la diaria

 

Foto principal del artículo 'El hombre de negro'

"El hombre de negro

Zitarrosa, de Rodolfo Santullo y Max Aguirre. Estuario / Belerofonte, Montevideo, 2012. 112 páginas.

Este libro no viene a buscarse un lugar entre las biografías de Zitarrosa; más bien, se ocupa de huecos, lateralidades, asuntos aparentemente nimios en obras más “orgánicas”. Aparecen entonces el conflicto del artista que se debate entre la supervivencia económica y la militancia política, entre la profesionalidad y los amigos, entre el alcohol y la garganta. Que el guión de Rodolfo Santullo no se base en material “oficial” -salvo en una notoria excepción, la del reportaje de Zitarrosa a Onetti publicado en Marcha-, sino en entrevistas realizadas especialmente para este trabajo, colabora especialmente con esa tarea de mostrar facetas complementarias de un creador conocido y popular.

Como si hiciera falta explicitar de entrada este abordaje, en la primera de las historias, “20.000 dólares”, Santullo transcribe en formato “pregunta-respuesta” el diálogo que mantuvo con Egardo Santullo (sobre el tema del parentesco volveremos un poco más adelante). Los datos que aporta el entrevistado son mínimos y admitidamente vagos; sin embargo, alcanzan para plantear un dilema que posiblemente vivía a principios de los 70 todo músico exitoso y comprometido con la izquierda -cómo “cobrarle” los recitales a su partido- y, sobre todo, para marcar el tono confesional y laxo, común al resto de las historietas del libro.

“Los muchachos peronistas”, tercera historia, es todo un aporte para superar la incomprensión que hay desde Uruguay hacia la política argentina. Zitarrosa, el comunista oriental, queda en orsai ante un grupo de admiradores que, alrededor de 1975, le organizan actuaciones en el Gran Buenos Aires; en la última viñeta no modifica su postura -sería demasiado previsible-, pero prefiere rescatar lo que une a la izquierda clásica con el movimiento argentino y recita los versos más famosos de “La internacional” (“arriba los pobres del mundo”). “Yo no canto” salta en el tiempo para mostrar a Zitarrosa en los días previos a su regreso al país; los amigos del exilio mexicano le preparan una despedida, y como el humorista que prefiere no contar chistes en reuniones privadas, el músico evita “cantarse una” con la mayor picardía. Apostando al contraste, “Adagio” presenta indirectamente al cantor, que aparece tras bambalinas y borracho hasta las patas, pero que recupera la voz y la sobriedad en cuanto pisa el escenario y se pone a cantar la terrible “Adagio en mi país” (escrita en 1972, cuando para los más lúcidos la primacía autoritaria ya era inevitable). El Zitarrosa más huraño aparece en “Cena con amigos” (el título es una guiñada a una serie que guionó Santullo hace tres años), en una noche de su estadía madrileña (previa a la mexicana) en la que sólo una caricatura de Sabat lo arranca del malhumor.

La última historieta, “Un arreglo es un arreglo”, pretende mostrar, a través de la reacción de un hombre borracho ante la noticia de la muerte de Zitarrosa, lo profundo del arraigo popular del artista. Ésta y la primera historia son las únicas que transcurren en Uruguay (una en la predictadura, otra tras el retorno democrático). Es obviamente una reflexión secundaria, pero entre otras cosas esto mueve a pensar en la importancia que el exilio tuvo para el hombre que creó la épica “Guitarra negra”, aunque sea por motivos simplemente cronológicos: nacido en 1936, poeta, periodista y eventual actor, comenzó a presentarse como cantante recién en 1964, partió en 1973, regresó en 1984 y murió en 1989. En la mirada de Santullo, este exilio adquiere ciertas características peculiares, que comparte con el resto de su tratamiento de la historia reciente, como su novela gráfica Acto de guerra (2010). Posiblemente debido a su historia familiar -parte del grupo de El Galpón que se radicó en México-, Santullo tiende a ver lo ocurrido en los 60 y 70 de manera un tanto simplista -tupas y bolches versus los malos, pongamos-, como si siguiera apegado a las versiones que captó de niño. Sin embargo, dado el encare abiertamente testimonial que tiene este Zitarrosa, acá esa perspectiva rinde. De hecho, podría esperarse más y mejor en este sentido si algún día Santullo (nacido en el DF en 1979) se dedica a profundizar en el periplo de esa camada de hijos exiliados en México -los Campodónico, los Casacuberta, entre otros- que continúa el camino de sus padres en el campo de la cultura.

Lo del dibujante Max Aguirre (Buenos Aires, 1971), en cambio, deja bastante que desear. Compone a un Zitarrosa estilizado y taciturno, cercano en su figura al rockero Nick Cave, pero su caricatura de Onetti (al que muestra petiso, gordo y en camisilla, más parecido a Levrero que al tipo elegante que fue JCO) demuestra bastante lejanía con los personajes retratados. En otros casos, su desdén por la fisonomía impide captar algunos datos (por ejemplo, se supone que el “Enrique” mencionado en el capítulo español es el escritor Estrázulas, manager de Zitarrosa ), pero sobre todo, molesta el evidente abandono del detalle a medida que pasan las páginas, como si hubiera que apurarse para terminar el proyecto.

De todos modos, aunque lo estrictamente artístico decaiga -tal vez sea culpa del buen comienzo, que retrata a un impresionante Zitarrosa facetado e inusualmente concentrado en su guitarra-, el resto de los aspectos gráficos conserva el nivel. En todo caso, el resultado no desentona dentro de una obra audaz, madura y estimulante."