12/18/2012

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Viernes, 7 de diciembre de 2012
HISTORIETA  › LA EDICION Nº 74 DE FIERRO, MAñANA CON PAGINA/12

La vigencia de contar buenas historias

En la nueva historieta nacional hay una camada de jóvenes guionistas que no han dejado de pensar este arte. Tres de ellos –Rodolfo Santullo (“Tacuara”), Luciano Saracino (“El feo”) y Matías Santellán (“Reparador de Sueños”)– dan cuenta de los desafíos actuales.

 Por Lautaro Ortiz
Algo así como el cavernícola que ocupa la portada de este mes de la revista Fierro suele sentirse el lector de historietas ante el debate de los usos y abusos de los medios de comunicación: es que para la historieta la única ley vigente es la de contar buenas historias. No hay más secreto. Y cuando se las encuentra, el lector se queda absorto aunque la cueva se llene de humedad. Y una muestra de esta verdad es la edición 74 de la publicación que dirige Juan Sasturain (sale mañana junto a este diario), donde se encontrará con el final de “Tacuara”, basada en el complejo movimiento político liderado por Neil y Baxter; con la lúgubre historia de los nazis en el “Edén Hotel” que alguna vez investigó el joven Ernesto Guevara Lynch; con el relato futurista de “Tristeza”, haciéndonos pensar en el comportamiento de las comunidades organizadas, o bien con la aventura lisérgica de un yanqui prófugo que decide ahogar sus penas en “¡México lindo!”. Pero la revista no termina ahí. También estará un nuevo capítulo de “Borges investigador de aves” de Lucas Nine, las truculentas historias urbanas de “Barrio Gris” (Spósito-Maicas) y hasta las astrológicas postales de Patricia Breccia.
Si bien los nuevos dibujantes son los responsables –por incansable búsqueda, estudio y talento– de hacer de esa cueva un refugio de lectura, en la nueva historieta nacional hay una camada de jóvenes guionistas que no han dejado de pensar y repensar este arte. Este diario reunió a tres de ellos: Rodolfo Santullo (“Tacuara”), Luciano Saracino (“El feo”) y Matías Santellán (“Reparador de Sueños”), que desde hace varios números publica historias breves en la revista.

–¿Qué nuevas experiencias narrativas creen ustedes que incorporaron los guionistas actuales?

Rodolfo Santullo: –Desde hace 10 años es muy interesante observar la apertura que viene realizando el lenguaje historietístico: la creación de una historieta pensada no para el lector de historietas, sino para el lector a secas. Una historieta no ya de género, no ya de vanguardia o experimental: una historieta como opción de lectura que ocupa un espacio en librerías y no solamente en comiquerías.

Luciano Saracino: –El guionista actual aprendió a manejar la plástica desde la palabra. Los guiones bien construidos, actualmente, se apoyan también en un conocimiento del medio que, en los inicios de este arte, no existía. Los que hoy escribimos tenemos un camino allanado gracias a autores, por ejemplo, como Oesterheld o Trillo. A partir de eso, podemos aportar lo nuestro, que es una mirada más plástica y –si se quiere– cinematográfica del asunto. Digamos que estamos en un momento en donde se pueden romper los moldes que se construyeron durante casi un siglo. La pregunta es: ¿quién se atreve a hacerlo?

–Los nuevos dibujantes supieron “pelearse” con la tradición, desafiarla y llevarla a límites de experimentación. ¿Qué pasa con los guionistas?

Matías Santellán: –Me parece que la experimentación es necesaria para la evolución de cualquier arte, pero se torna un obstáculo cuando se convierte en un fin en sí mismo. Para mí esa cuestión está delimitada por el relato, no hay que olvidarse de que queremos contar algo y en ese sentido el guión siempre va a estar determinado por modelos establecidos; sin ir más lejos, los géneros lo son, los tópicos en literatura se repiten, pero la originalidad o el mérito de una obra no está en ignorar, desafiar o aniquilar lo establecido, sino en transformarlo.

L. S.: –Lo que planteás sobre los modelos establecidos es la gran pregunta que uno se hace a la hora de contar: escribimos para alguien que está ahí, alguien que nos lee. De ese modo, tenemos que experimentar obligados a poner la mirada en el otro: el que está ahí. Y los géneros son el laboratorio donde experimentar. En ellos se puede jugar sin marear/espantar al que está del otro lado.

R. S.: –Yo no estoy de acuerdo con que el guión de historieta tenga cabida en la experiencia de lenguaje. Yo entiendo la escritura del guión como un oficio y –como dice Saracino– es el oficio de contar historias. Para contar esas historias hay que utilizar las herramientas adecuadas, aquellas que permitan que la historia llegue al lector. Con esto en mente, si la herramienta necesaria es un lenguaje que experimenta, justo es utilizarla, pero normalmente el camino más sencillo suele ser el más efectivo (que no es efectista).

–¿Creen que es necesario desafiar la tradición para innovar o encontrar nuevas formas de contar?

L. S.: –Creo que hay que ser sincero con lo que uno quiere hacer con este medio de expresión. Considero innecesario quedarnos a contar una y otra vez la misma historia, pero es peligroso el romper por romper. Se puede innovar –creo– desde géneros considerados añejos y vetustos como se puede quedar anquilosado innovando sin contenido, y utilizando a la innovación como único recurso. Es importante, a mi entender, contar una buena historia. Si esa buena historia se puede contar de un modo innovador... ¡alegría!

R. S.: –La escritura del guión no abreva solamente, o puede no abrevar solamente, de tradiciones o modelos propios del mundo de la historieta. Perfectamente la escritura de guión puede alimentarse de la literatura, el cine o incluso el teatro. Creo que uno debe utilizar las herramientas necesarias para lograr trasmitir aquello que pretende trasmitir. Si asume el desafío de contar una historia no lineal, no estructurada, que no se cierre en su propio argumento, debería utilizar los caminos adecuados para contar eso (que bien podrían ser darse una sobredosis de David Lynch).

M. S.: –El relato siempre va a estar condicionado por modelos establecidos como los géneros o los tópicos. Si uno aplica el esquema actancial de Greimas, por ejemplo, a obras muy diversas a lo largo del tiempo, comprobará que poseen una estructura similar y, sin embargo, cada una tendrá algo de novedoso, original y vanguardista. Esos elementos surgen de construir sobre lo establecido algo nuevo, desafiar en algún sentido esos modelos es útil como motor pero negarlos o ignorarlos es uno de los peores errores que puede cometer un guionista.

–¿Por qué creen que los dibujantes actuales suelen prescindir de guionistas?

R. S.: –Primero hay una cuestión de posibilidad: un dibujante siempre puede hacer una historieta (sea mala o buena, no importa). Cuenta con la posibilidad real de hacerla, ya que dibujar puede y escribir también. En cambio el guionista que no sabe dibujar, no puede. Así de simple. Puede escribir centenares de guiones que se quedan todos allí, en un cajón. Sumado a esto, creo que hay una generación de dibujantes con mucho para contar y una gran capacidad para hacerlo y que efectivamente lo están haciendo. Creo que volvemos al asunto del oficio. Muchas veces me pasa de leer una historieta que promete ser muy buena y que falla a la hora de resolver, o un personaje da un giro de 180 grados solamente para beneficiar un twist caprichoso en lo que se viene contando o se produce un ruidoso Deux ex Machina con la única intención de conseguir una explicación a algo. Allí el oficio de un guionista podría haber sacado las papas del fuego. Queda en el dibujante entonces, permitirse utilizar –e inclusive disfrutar– de la alquimia que se posibilita entre dos cabezas (a veces más) a la hora de hacer una historieta.

M. S.: –En general está asociada la idea de la historieta o del historietista a la del artista integral que dibuja y escribe y que tiene un método y una manera de concebir historias absolutamente distintas a la del guionista. El dibujante se desplaza en general del guión al dibujo, creando ambos casi simultáneamente en un proceso caótico tan mágico como indescifrable. Creo que probablemente muchos prescinden de los guionistas por no querer renunciar a la libertad que les da esa forma de crear. Y están los que nunca habían trabajado con guionista y han descubierto que el universo de posibilidades de una obra se amplía muchísimo cuando se suman ambas perspectivas.

L. S.: –Porque todos queremos contar nuestra historia. ¡Y los dibujantes no necesitan más que a ellos mismos para contarla! Les avisamos, igual, que aquí estamos. Que los queremos mucho. Y que tenemos la heladera llena de cervezas y los rulos llenos de historias para cuando necesiten de nosotros, los “guionistas que no sabemos hacer otra cosa que escribir”.

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